Y los pasos me llevaron hasta casa. No sé por qué. Hacia dos décadas que había desaparecido en
medio del boscaje. Tú todavía llevas un traje negro y una mirada gris. Tanto me
has echado de menos. No lo entiendo…te deje para que fueras libre. No quisiste.
Solo la espera estación tras estación imaginando que algún día volvería. Ahora
regreso, me miras, no como un extraño.
Sino como un pasajero del tiempo que se ha perdido en sus cavilaciones,
en su soledad. La casa sigue igual por lo que observo. Tú la misma, más pálida
quizás. Te has encerrado en un mundo de ensueño en el que edificabas nuestro
amor. Recuerdo aquel entierro en un
nicho en pleno invierno, una lluvia infernal caía sobre ti y mi ataúd vacío era
gritos de dolor. Sí, te estaba mirando. Tú no te dabas cuenta. No querías a
nadie alrededor. No sabías que explicación dar a mi supuesta muerte. He meditado
mucho, tanto…que ahora estoy aquí. Sufro verte en tu silencio, en ese desierto
de tela de arañas en que te lías y lías hasta el cansancio. No me preguntas
donde he estado. Tal vez muerto en un mundo invisible a ti, a todos. No has
hecho nada. Solo esperar y esperar. Tanto amor…tanto amor por mí. Será por ello
que he vuelto. Hoy en invierno, cuando la lluvia diabólica toca a la memoria. No lo volveré hacer jamás. He
pasado por el cementerio y había flores frescas ¿Por qué? Por qué tanto tiempo,
ya era hora que volarás. No importa aquí estoy.
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