No te reflejas en un espejo. Sientes ganas de soñar y que esos sueños te lleven a otra dimensión
de tu transitar por la vida. Te miras y miras y no ves nada. Solo un cabello
cano que va creciendo y creciendo. Posas tus manos sobre él, se quiebra y percibes
la oscuridad de tu corazón. En otro tiempo, en otro espacio eras ave que
sobrevolaba montes verdes donde los manantiales corrían como sangre tuya.
Ahora, te sientes vieja y extasiada de tus singladuras por la vida. Solo te
quedan esos instantes eternos de la memoria. Echas una sonrisa, recorres tus
recuerdos como si fueran de ahora. Sí, ahora cuando la vejez y la soledad se
embarcan en una misma canoa de noche sin luna. Ríes y ríes. Inspiras y espiras.
Espiras e inspiras y un cierto placer da brío a tu ser. El espejo se recompone.
Te vuelves a mirar y te ves…te ves sumergida en una danza de algas y caracolas
en un amanecer donde tú te acercas y la llama de los océanos erupcionan en un
canto eviterno. Ballenas vienen a ti y tú sobre ellas saltas hasta ser eco de
la bóveda celeste. Eres tú, me digo. Hace tiempo que no te veía, has vuelto,
has regresado a las esferas que condicionan tu destino.
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