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La llamada. Las sombras de la
madrugada suenan. Descuelgo, en otra dimensión, al otro lado el hijo de Tragalunas.
Tranquila, sin el asombro del temor de esa llamadas a horas impropias le
pregunto por su nombre. No se su nombre. Y que son los nombres sino un leve
suspiro que nos codifica en el día a día a ser hijos de este mundo. Edurt, me
llamo Edurt. Meditabunda y errante del espacio de esta casa le pregunto que
pasa. Con la celeridad de los minutos, de los segundos viajo hasta Lobos en mi
mente. Me narra como fue su nacimiento sin motivo aparente. Unas ganas de
consuelo o no, una soledad que a veces se hace insoportable noto en su voz, esa
voz no definida en mi vocabulario. Una noche , cuando la isla vacía de
estrellas por una tormenta nací yo. Mi madre , sola, con la tempestad royendo el
oleaje en una impulsividad caótica, nací. Así cuenta mi padre. Así se lo narró
ella. Sola. Con el grito del silencio de los grillos, de los lobos marinos.
Ausente de cualquier ayuda, cualquier auxilio en el parte. Y yo soy como esa
tormenta, los tormentos me abaten, me dan con fuerza. Aquí estoy al teléfono ,
hablando contigo. Espero que no te halla asustado. Ya sé, no son horas. Sus
ojos señora. Sus ojos me dan pie a la confianza. Solo quiero que me escuche en
esta noche de otoño donde la luna blanca parece invitar asa amistad de miradas, de aprobación con
cada una de tus cualidades, características. Usted no me conoce, yo, tampoco. Y
sus ojos dan la confianza de aquellos que gritan, sufren en la noche. Sí, nací
una noche de mal tiempo y ella sola. Ese día mi padre no pudo ir Lobos por esa
irrazonable forma de ser de la marea. La noche siguiente, noche de luna , acudió.
Se aterrorizo mucho. La sangre. El quejido de mi madre. Mi llanto. Hizo lo que
estaba en sus manos por tomar el orden. Dice que lo primero que hizo fue
acercarse a ella mientras mi llanto era sonoridad desquiciada. La examino como
quien analiza un adiós y logró salvarla. Mi padre, Tragalunas, un simple
pescador de las noches de luna , la rescató de lo que podría ser su fin.
Después fue a y me acogió entre sus brazos. Me puso en el pecho de mi madre y
dice que los ojos de uno sobre otro hicieron que los pájaros en la madrugada trinaran. Ello los
llevo a la ilusión. Le rogó porque no se venía con el cuando estuviera más
recuperada, dijo que no. Está isla donde las olas rompen hasta tocarla con la
yema de los dedos era su casa. Dice que no supo que hacer. Entró en silencio,
frente a ella y una luz azul especial entró en la casa hasta rodearlos. Dice que
esa luz con forma humana danzó con un canto gutural por unos instantes y después
se difuminó. Y mi padre comprendió de su mensaje. Cuando todo estuvo en calma
retorno a la isla. Esta isla que ahora se balancea en un temblor. No lo siente
señora. Sí, Edurt. Sin más cuelga. Sin más esa palabra perdida en la nada me
hizo pensar. Su historia fehaciente es la magia de un amor, de un amor oculto.
Me acerco a la ventana y observo esta luna otoñal y aunque el no lo sepa le
aprecio. Si, un aprecio que duerme sobre mis espaldas hasta el fin de nuestras
existencias. Veto mis ojos y sueño. Un sueño cálido, grato, con el gesto
soportable que nos queda mucho por aprender y que este mundo todavía…si ,
todavía, es un misterio. Y , el o ella, le he cogido cariño. Todo puede ser.
Almas ambulantes en un aislamiento monótono expresando la sed que la memoria
nos trae. Agarro bien esta memoria. Agarro bien esta vida y vuelvo a esa
habitación de paredes blancas y suelo gris.